La mirada de Benedicto XVI

 
Este Papa para mi es muy querido. He tenido la suerte de tropezarme con su mirada en varias ocasiones. La primera vez en la JMJ de Colonia. Ya allí nos sorprendió a todos con su gesto tierno y sencillo, sus palabras claras. No era Juan Pablo II, pero el sentimiento junto a él era: estar junto al Papa. Conseguí verle cerca pero de lejos, y al terminar todo, buscando la salida junto a una valla... inesperadamente estaba él con su sonrisa tranquila y cercana, captando mi ilusión y mi sorpresa.

Roma, primer funeral de Juan Pablo II, Benedicto XVI pasea con su papamóvil y nos bendice. Otra vez su mirada alegre, me encuentra en primera fila de una barrera.

De nuevo en la Jornada de la Familia en Valencia, esperando junto a unos bebés en brazos de sus padres, el Papa se acerca y vuelve su mirada llena de paz a tropezarse con la mía.

Y Madrid, la inolvidable JMJ. Allí su mirada es joven, emocionada, alentadora, magnífica... Sólo los millones de personas que estuvimos allí... sabemos que es inexplicable. Vivirlo fue un privilegio.

Ahora su decisión nos sorprende, porque nuestra mirada está dirigida a cosas insignificantes, la suya mira hacia lo importante. No nos da la espalda, no nos deja solos. Benedicto XVI tiene una mirada de largo alcance. No importa que ya nunca más - a partir del 28 de febrero- podamos volver a encontrarnos con sus ojos, lo que importa es que sepamos dirigir los nuestros hacia donde él mira.

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