¿Discusión?






Estaba allí dentro, en posición de sorpresa y reflexión. Oía, porque las palabras conseguían atravesar los cristales. En ocasiones, le hubiese gustado interrumpir la conversación y añadir algo. Pero ni uno, ni otro estaban en situación de escuchar. La cuestión era lanzar palabras, frases, miradas... algunas rebotaban, otras se confundían con el ruido de la calle.

¿Realmente con una discusión se puede llegar a aclarar algo? Ninguna de las dos personas se fue contenta, rumiando sus razones y del brazo de su enfado. Quizá les hubiese gustado dar la vuelta y decir: lo siento!, pero estaban demasiado revolucionados sus motores interiores...

Y se quedó rebobinando las frases escuchadas y en su perplejidad blanca, concluyó que nadie quería ceder. Estaban lejos de la elegancia de minimizar su enfado y retomar la vida como si nada hubiese ocurrido.