La erre





Erre que erre tozuda
empecé con pasos cortos la vida
entre risas y rizos
remataron mi nombre con una erre final

Y la infancia pasé contigo
de tantas cosas inicial o final:
romper, reir, soñar, imaginar, leer, pintar...

Con la erre de ir
entre León y Asturias
tantos sitios conocí,
y con esa misma erre pequeña
en una playa me perdí.

Recuerdo esas erres graves:
como la de la comunión primera,
o los años escolares;
o erres duras:
como la de mi quemadura,
o las mismas más discretas:
haciendo al abuelo entrañable, cariñoso y sonriente,
erre traviesa jugando entre sus dedos
con unas redondas monedas.

Me acompañaste erre durante toda mi vida
y se que estás hoy, mañana; antes y después,
y se que volverás al final
y cuando tenga que morir
me acompañarás a un nuevo vivir

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